Comola mayoría de las historias que suelen sucederme a menudo, ésta comenzódestapando una cerveza. Me encontraba en la segunda planta de un bar cubano, alotro lado de la calle había un edificio viejo de apartamentos todavíahabitados, en el balcón que daba a mi ventana había un perchero del que colgabaun vestido amarillo. Pero no lo noté de inmediato. Abajo un hombre pequeño debigote empujaba un carro de madera con un negrito adentro, el adulto recogíacartones, latas y bolsas.... Continuar leyendo