
Cuando la ciudad abre suspiernas, a eso de las ocho de la noche, los rostros de la gente se confunden yda lo mismo cargar morral que cartera. A esa hora sale Zafiro de la posada enla que pagaba cinco mil pesos la noche, con tacones torcidos y tobillosirritados, comienza su horario de trabajo. A ciento cincuenta cuadras de allí,un hombre de cuarenta años, padre de familia y trabajador responsable deja sucigarrillo... Continuar leyendo